Las cejas se me ponen de punta gracias a los políticos de este país.
Yo sé que hay más mundo detrás de
la puerta o las rendijas del balcón, pero no sé si quiero descubrirlo. La
curiosidad me mata, pero la hostilidad me eriza el lomo y creo que ahí fuera
hay mucha, según escucho o percibo. Los gatos de normal somos felices. Los
humanos no, y no entiendo el por qué.
"El señor grande y un poco
lerdo" siempre entra a casa quejándose, sobre todo de su trabajo.
Debería ser consciente que gracias a él puede comer mucho pienso blando, que
está super rico... No sé exactamente a qué se dedica, pero, según he escuchado a mi papi, puede que sea
"bombero retirao", porque a veces dice que tiene cosas de eso. A mí
me parece un poco raro, pero podría ser.
Yo, mientras, me entretengo en el
día del olfato... Me gusta olerlo todo, luego se me pone la nariz negra por
abajo y no me lo puedo quitar, de eso ya se encarga el papi que me pega unos
tirones que ni que me hiciera la cera en las patas, el muy hijoputa.
Olerlo todo tiene sus ventajas,
no te llevas sorpresas de las cosas porque te haces una idea antes. Te da mucha
información y la utilizas a tu favor, aunque a veces no hueles los problemas,
como cuando "el señor grande y un poco lerdo" le da por cogerme de
las patas delanteras, me alza y me hace andar como un humano por el pasillo mientras él
va diciendo con voz de pánfilo "Camina..., camina..., camina...". Un
día "caminamos" hacia la habitación del papi y su cara fue un poema cuando entré por la puerta,
no sé si de verme "caminando a la fuerza" o por ver al "señor
grande y un poco lerdo" en calzoncillos de pata ancha, agachado y riéndose
como si su edad mental fuese igual que mi edad física... El caso es que a mí me
gusta caminar, pero lejos de él.
Los humanos no huelen los
problemas, o sí, pero les da igual, ellos van de cabeza. Y no lo entiendo, porque
para eso tienes el olfato, para anticiparte a las cosas. Deberían usarlo un
poco más. Seguramente evitarían muchas situaciones desagradables. Pero
ellos, a parte de no usar mucho el olfato, parecen un poco sordos, porque no
hacen ni puto caso, ni siquiera a ellos mismos.
Cuando me pongo nervioso es
cuando llega la noche y la casa se inunda de olor a pescado. Alguno de los
vecinos se lo pasa muy bien y a mi me da una envidia que te mueres. Ya me
podrían invitar una nochecita de estas a un cena... Lo malo es que, a veces,
llega el "señor grande y un poco lerdo" del gimnasio y se acabó la
fiesta del olor "rico, rico", entonces la casa se llena de un olor
un tanto desagradable..., no sabría cómo definirlo, pero hace que quiera
caminar lejos, muy lejos, a poder ser con una mascarilla en el hocico de esas que veo por la tele.
El caso es que cuando huelo a los
humanos, no sólo los huelo por fuera, sino por dentro también... Ellos no lo saben, pero los gatos tenemos la capacidad de oler y saber cómo son las
personas. Por eso, y desde un primer momento, me hice amigo del "chico de
los ojos como el mar", porque por fuera olía a mora, pero por dentro a
amor, que tiene las mismas letras que mora pero desordenadas..., ¿a que es
curioso?
Así que si un día venís a casa os
oleré por fuera y también por dentro y de esa manera decidiré si os convertís en mis amigos o
no. Es que los gatos somos un poco así..., muy nuestros, ¿sabéis lo que quiero
decir, no?